octubre 29, 2005

Creative Commons como (bienes) Comunes Creativos (Artículo de Ariel Vercelli)

A continuación, y mientras esperamos la segunda entrega del ciberfolletin CON TODO EL DOLOR DEL ALMA, publicamos un artículo de Ariel Vercelli (http://www.arielvercelli.org/ )
A manera de pequeña introducción, cabe decir que Creative Commons (http://creativecommons.org/ ) es un proyecto internacional sin fines de lucro que busca la difusión de la cultura mediante la creación de nuevas licencias de 'copyright'. Básicamente, estas nuevas licencias dejan en manos de los autores la decisión de quién puede usar y copiar sus obras.

La idea es ofrecer un sistema más flexible que la protección a la obra intelectual que ofrece el 'copyright' tradicional, dando la posibilidad a los creadores y artistas de poder especificar que sus obras se pueden distribuir, copiar o modificar, sin que quien lo haga tenga que pedir permiso y con total seguridad jurídica.

En el 'copyright' tradicional, el autor se reserva todos derechos automáticamente, por defecto, mientras que en el sistema de las licencias Creative Commons el autor dice claramente qué derechos se reserva y cuáles libera.

Por ejemplo el autor puede permitir la copia y distribución de su obra pero reservándose el derecho a la atribución de su obra (él va a figurar como autor), prohibiendo que se le hagan modificaciones a dicha obra (el que la use debe respetar la “fidelidad del texto”), por ejemplo, y estipulando que no se puede explotar comercialmente la obra (el autor se reserva los llamados derechos patrimoniales). De esta manera, quien use una obra bajo una licencia de este tipo podrá copiarla y distribuirla legalmente en forma digital o impresa, pero deberá respetar la autoría y el contenido de la obra y no podrá explotarla comercialmente. Si lo hiciera, violaría derechos de autor y esto daría lugar a acciones judiciales en su contra.

Hay varias licencias Creative Commons, con mayor o menor amplitud de derechos licenciados, para que cada autor elija que uso quiere que se dé a su obra.

Como decíamos al inicio, para contribuir a la difusión de este novedoso tema (y de paso usar una de estas licencias) publicamos un artículo de Ariel Vercelli, abogado argentino y un autentico especialista en el tema:

[abre cita de artículo]

“Creative Commons como (bienes) Comunes Creativos

Puede parecer trivial, pero uno de los temas más conflictivos al momento de traducir los materiales y estructuras del sistema de Creative Commons ha sido el mismo concepto de “Creative Commons”. En concreto, ¿cómo traducir Creative Commons al castellano? Responder esta pregunta requiere precisar algunas partes de nuestro enfoque. Por supuesto, no estoy aquí queriendo traducir “la marca” Creative Commons, sino, muy por el contrario, pretendo pensar, analizar y, eventualmente, traducir/recordar el “concepto político” que conforma Creative Commons. Por ello, voy a referirme al concepto político y a las posibles soluciones y estrategias políticas que esta traducción implica. Este posteo es sólo un borrador ligero que puede servirnos tanto para definir -un poco mejor- el concepto detrás de Creative Commons, como para continuar una incipiente teorización sobre las bases filosófico-políticas de la librecultura en tiempo de Internet.

La visita rápida, fugaz, pero intensa de los profesores Lessig y Boyle a la Argentina, afortunadamente, nos dejó importantes líneas conceptuales para trabajar. Uno de los temas sobre el que tuvimos oportunidad de dialogar ha sido la definición de “dominio público” (utilizada por James Boyle) y, específicamente, el concepto de “commons” y sus posibles traducciones al castellano. Aparece claro que el concepto de “commons” es una estructura básica para entender toda la estrategia montada por Creative Commons a nivel mundial. Si bien las reflexiones/soluciones incipientes que presento no emergieron durante estas charlas, sí fueron, ciertamente, soluciones iniciadas tanto en estos diálogos, como en los sucesivos intercambios con otros líderes de Creative Commons a nivel América Latina (vía las listas de distribución o en reuniones presenciales).

Aunque no siempre ocurra de esta forma, tener a mano las traducciones de los conceptos con los que estamos trabajando es algo muy necesario. Más aún cuando estos conceptos tienen un peso estratégico en la definición del sistema en el que interactuamos. En este sentido, entender la oportunidad y conveniencia de la traducción de “Creative Commons” al castellano, requiere que primero entendamos que el concepto puede ser usado en diferentes contextos y con diferentes significados. A los fines de este borrador, entiendo que “Creative Commons” puede ser usado (al menos) de dos formas claramente diferenciables: por un lado, es usado como “marca” y, por el otro, es utilizado como “concepto político” que da sentido y dirección al proyecto general. Este texto no va a tratar la “oportunidad” de traducir Creative Commons al castellano como marca, o sea, como forma de difundir estratégicamente la organización-neo-gubernamental a nivel global. Por el contrario, el objeto de este borrador es aportar una perspectiva más en relación a la “necesidad” de traducir al castellano Creative Commons como “concepto político”. Este segundo punto requiere de un pequeño análisis al que doy paso.

Lo que quiero afirmar de forma directa al inicio de este argumento es que la traducción del concepto político de Creative Commons es fundamental para comprender el ambientalismo digital de nuestras sociedades. Entiendo que la traducción al castellano debe -necesariamente- recuperar el concepto de los “commons” = “común/comunes” que desafortunadamente en español (probablemente también en portugués-italiano-francés) hemos ido perdiendo en el uso cotidiano. ¿Podemos prescindir de esta pérdida, desajuste, fusión del concepto al castellano? Si bien la idea de este texto es lanzar algunas preguntas e ideas sueltas en relación a este problema, creo que el análisis no debe perder de vista estos detalles. El diccionario de la real academia española establece que las cuatro primeras acepciones de la palabra “común” (del lat. Commūnis) son: 1. adj. Dicho de una cosa: Que, no siendo privativamente de nadie, pertenece o se extiende a varios. Bienes, pastos comunes. 2. adj. Corriente, recibido y admitido de todos o de la mayor parte. Precio, uso, opinión común. 3. adj. Ordinario, vulgar, frecuente y muy sabido. 4. adj. Bajo, de inferior clase y despreciable….”.

A pesar de que la primera acepción ofrecida por el diccionario (y quizás, en parte, también la segunda) está directamente vinculada con la noción de “commons” (del inglés) que queremos rescatar, en castellano el uso cotidiano del concepto “común” se acerca mucho más a sus últimas acepciones. De esta forma, y desde el punto de vista político, la mayoría de las veces el concepto común posee una carga peyorativa o vulgar. Que este sea el resultado de nuestra práctica común en relación a las acepciones indica mucho (aunque no de forma manifiesta) desde el punto de vista político. Tal vez indica muchos de los olvidos silenciosos de nuestras actividades políticas. ¿Es que hemos olvidado algunas partes del sentido de aquello que nos es común, de aquello que es de todos de una forma indefinida, que nos constituye en sociedad como una común-unidad? ¿Hemos perdido el significado de aquello que son nuestras “tierras comunes”? Tal vez en tiempos de Internet sería mejor preguntarnos: ¿habremos perdido el significado de nuestros bienes-comunes, de nuestro sentido-común, de nuestra cultura? ¿Por qué hemos tardado tanto en tomar/traducir “Creative Commons” al castellano por “Comunes Creativos”? Sin duda, esta es una pregunta relevante desde el punto de vista linguistico, pero también desde la perspectiva política.

Pensando que alguno de los siguiente conceptos iba a poder traducir el sentido de “Creative Commons” al castellano de una forma directa y sencilla, en mis presentaciones he usado indistintamente: Tierras Comunes Creativas (una de las primeras que abandoné hace bastante tiempo), Creatividad Colectiva-Compartida-Común-Comunitaria-Abierta, o bien, una que me gustaba mucho hasta hace poco, Creatividad-en-Común. Finalmente, sin encontrar la traducción justa, comprendí que ninguna de las soluciones que estaba usando tenía la virtuosa polisemia que tiene el concepto en inglés. Claramente el problema no era el concepto de creatividad, sino el concepto de “commons”. Por ello, pese a que la primera traducción que hice del concepto “commons” fue “comunes”, tengo que admitir que me he resistido bastante a traducir “Creative Commons” por “Comunes Creativos” de una forma directa, sin mediación previa. ¿Por qué? Mi resistencia se debió básicamente a que, como comúnmente se dice, la traducción no me sonaba, me parecía forzada y hasta carente de sentido al castellano. ¿Había olvidado también el sentido de los comunes, de los (bienes)comunes? Sin dudas, y hasta todavía me sigue sonando extraño. ¿Podemos pensar en usar el concepto “comunes” como un ejercicio de memoria?

Inicialmente, aquellos que bien-entendían el concepto de “commons” comenzaron a usar en las traducciones el concepto de “Tierras Comunes”, aunque esta traducción, esencialmente correcta desde el punto de vista histórico, era técnicamente incorrecta, estrecha y anacrónica, desde el punto de vista de lo que Creative Commons viene a significar para el mundo digital. Además de su anacronismo, esta forma de traducción tenía otro grave error: tomar el concepto de lo común, pero excluir la verdadera discusión sobre los espacios comunes en la era de Internet. En tiempo de Internet no todos los “commons” tienen una entidad material como las tierras o las cosas materiales. Por ello, desde hace más de un año volví a las fuentes y “forzosamente” re-comencé a usar en mis presentaciones la traducción directa del concepto político de Creative Commons. ¿traducción directa? Sí, directa, o sea, comencé a usar directamente “Comunes Creativos”, pero con un agregado “ortopédico” que creo me sirve para ejercitar la memoria y agregar sentido técnico a la traducción. El agregado ortopédico consiste en sumar la palabra “bienes” al concepto de “comunes”(siempre y cuando esto sea realmente necesario desde el punto de vista de la comprensión). De hecho, este agregado tiene la intención de “reivindicar” el sentido político perdido y ayudar a que su sentido lingüístico también pueda emerger, para comprender los (bienes)comunes olvidados tras nuestras prácticas sociales. ¿Pensar en los (bienes)comunes en castellano tiene algún sentido político? Claro que sí, es parte de un ejercicio cívico fundamental.
Recién ahora puedo formular en castellano algunas de las preguntas necesarias ¿tendremos “comunes creativos” que nos ayuden a preservar las libertades, la democracia y la innovación en nuestras sociedades?

Hace un tiempo que, sin mostrar estas explicaciones, introduje el concepto en el artículo de Creative Commons en castellano que aparece en la Wikipedia. Inicialmente la gente lo cambio, pero luego de dos tres cambios, la gente lo tomó como un concepto posible y lo dejó como alternativa para traducir Creative Commons. Tal vez un día pueda sacarse el concepto de “bienes” y comencemos a recuperar la idea y la discusión política de los “comunes” en castellano. ¿No es eso lo que re-quiere el proyecto Creative Commons? A medida que voy usándolo, cada vez me convenzo más de cuál es la lucha que tenemos que dar, aquella lucha tendiente a reivindicar-proteger-conservar nuestros espacios-tierras-y-bienes comunes. En la era de Internet, los comunes son también parte esencial de nuestras libertades. Ellos son vitales para la diversidad cultural, para la democracia, para innovación. Sin dudas, la lucha por los conceptos es una lucha política y toda definición es un acto político muy necesario. Necesario no sólo para comprender que significa Creative Commons, o mejor dicho, Comunes Creativos como organización, sino Creative Commons como planteo político en los países de habla castellana.

Pasos cortos, pero todos en la misma dirección. Por ello, este borrador no es más que un ejercicio que debo/debemos continuar. El sentido común va a revelarse y, aunque todavía un poco arrumbados e indebidamente apropiados, nuestros “comunes” también serán “creativos”.

[cierra cita de artículo]

Este artículo de Ariel Vercelli fue publicado originalmente el 4 de agosto de 2005 en http://www.arielvercelli.org/blog/index.php?p=88 y está licenciado bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 2.5 Argentina.

octubre 07, 2005

CIBERFOLLETIN (1º ENTREGA)

CON TODO EL DOLOR DEL ALMA

Por Jorge Oscar ROSSI

Martes 11, consultorio.

- Acá hay que hacer un conducto, no hay más remedio.-
- Mmmjiii?- preguntó Carlos, joven, más o menos heterosexual, argentino y aterrado.
- Yyy...sí- reafirmó Pablo, joven, dentista, más o menos homosexual, argentino y muy feliz ante la perspectiva de causarle sufrimiento a un prójimo, pero tratando de disimularlo.
- Ornqué?- inquirió la pobre víctima.
- Porque la muela esta toda cariada por dentro- replicó el verdugo, cada vez más satisfecho de su vida.
- Aaahh...y, ‘ueno- consintió Carlos, sintiéndose un salame picado grueso.
Recién entonces, como un gesto magnánimo, el dentista se salió de su desventurada boca, es decir que le hizo el favor de sacarle una cosa que tenía un gancho afilado en la punta y con la cual había estado pinchando, hurgando, tirando y raspando sin piedad a lo largo y a lo ancho de la mortificada cavidad bucal. También le sacó el famoso y amigable espejito, tal vez el instrumento más inofensivo de los arrancamuelas; y, por último, un tubito doblado en un extremo que servía para absorber la saliva. Ahora Carlos descubrió que había recuperado la facultad de hablar como un macho humano adulto, aunque el coqueto baberito verde que todavía tenía colgado parecía desmentir esa condición.
- Bueno, entonces lo hacemos este viernes, ¿no?- quiso confirmar Pablo, con expresión alegre.


Miércoles 12, oficina.

- ¿Te hicieron alguna vez un conducto a vos?- quiso saber Cacho, compañero de oficina, un amigo, casi un hermano tribal, de tanto jugar al paddle juntos.
- Yyy...noo.-
- No sabés. Todavía me acuerdo del último que me hicieron a mí. Primero, con el torno, te taladran la muela hasta que te llegan al nervio. Después te entran a meter unos fierritos para matarte el nervio. El tipo te mete ese fierro y le da y le da, meta escarbar hasta que te arranca un pedazo de nervio. Entonces te saca la cosa esa, la limpia y te la vuelve a meter y dale que te da otra vez y así no sé cuantas veces hasta que te mata todo el nervio. Después prende un mechero, calienta la punta de un coso largo y te quema adentro de la muela con eso y recién después, te tapa el agujero que te hizo.-
- Bueno, pero antes te anestesia, así que no debe doler...¿no?- quiso saber Carlos, tratando que su voz sonara firme y su cuerpo no estallara en temblores convulsivos.
- No te creas, - tercia Manuel, otro compañero de oficina, otro amigo, otro cuasi hermano tribal, de tanto fútbol cinco juntos.- Cuando a mí me hicieron un conducto, me dolió como la puta madre que lo parió. El tipo me metía esos fierritos tan adentro que parecía que me iba a romper la muela y, cada tanto, me daba un pinchazo o un tirón que me daban ganas de reputearlo.-
- Además, la anestesia no es pavada- dice Marita, otra compañera de oficina, otra amiga, fuerte, no obstante, como para llevársela al telo. Lástima que solo le da bola al gerente. No es, por ahora, una hermana tribal, pero, algún día... . - A mi tía, – continuó la niña- una vez le dió anestesia un dentista para sacarse una muela y casi se muere. Se puso blanca, se le dieron vuelta los ojos y se desmayó. Fue a parar a terapia intensiva. Los médicos dijeron que a veces pasa.-
A esa altura, Carlos se sentía auténticamente enfermo, le sudaban las manos y se odiaba por tener muelas tan podridas.


Jueves 13, hogar, dulce hogar.

- Estoy pensando... - empezó Carlos.
- ¿En qué?- interrogó, incrédula, Marcela, su amante esposa; como si dudara que su marido pudiera hacer tal cosa.
- Digo, que estoy pensando en que no sé sí hacerme o no el conducto.-
- ¿Cómo que no te vas a hacer el conducto?, ¿Y por qué, eh?-
- Bueno... bah, no sé, digo... como la muela no me duele... ¿viste?. ¿Para qué me voy a hacer... que sé yo, no sé, digo... -
La expresión de Marcela se tornó pétrea y ligeramente despectiva.
- Ahhh, mirá vos que bien, como al señor no le duele la muela, entonces, ¿para qué se va a hacer el tratamiento?. Total, el día o, casi seguro la noche, que la muela le duela, aquí va a estar la tarada para aguantarlo... -
- No, pará, yo decía... -
- Mirá, Carlos, vos hacé lo que quieras, como siempre, porque en esta casa lo que yo diga nunca vale un carajo, pero cuando te duela la muela no me vengas con lamentos, no me vengas con “me duele, me duele” porque yo no te voy a dar ni cinco de bola, porque yo no tengo porque aguantarte, porque al final siempre hacés lo que querés y después yo me tengo que bancar tus cagadas, como cuando compraste ese termotanque que a mí no me gustaba y al tiempo se rompió y la garantía no existía o como cuando me convenciste de comprar esta casa que a mí no me gustaba y vinimos a vivir a este barrio de mierda y todo por que vos querías llevarme lejos de mamá porque vos a mamá no la querés porque nunca la quisiste a mamá y no sé que te hizo la pobre que siempre te trató como un hijo y yo me rompo el alma acá dentro todo el día fregando como una burra porque vos no sos capaz de ganar plata como para pagarle a una empleada porque a vos total que te importa si te la pasás afuera y acá no haces nada y.. -
- ¡’Tá bien, tá bien, pará, me hago el conducto!. ¡Te juro que me lo hago!.- imploró Carlos, confuso y algo mareado a esa altura.
- ...cómo le vamos a pagar a una mujer para que me ayude, con la plata que traés a casa y lo que te gastás con tus amigos jugando al paddle y al fútbol mientras la gran boluda se queda encerrada acá mirando televisión que ni siquiera el cable quisiste poner... - Siguió Marcela. Y siguió y siguió y siguió y... .


Viernes 14, sala de espera, 16,30 horas.

Carlos cayó en cuenta que el próximo en entrar al consultorio sería él. Tenía poco tiempo para tomar una decisión sensata, como sería arrepentirse y salir corriendo e irse a una plaza a tomar el sol y mirar jugar a los chicos, pishar a los perros y mover el culo a las minas y sentirse feliz, él y su muela, juntos, solos, en íntima comunión hasta que en la muerte los gusanos los separen. ¡¿Por qué le iban a perforar la muelita, eeehhh?!. Con todo lo que él la quería. La gente es mala, tenía razón su finada abuelita. Ella sí que era buena, pobre abuelita. Le contaba cuentos y le hacía una pastafrola para chuparse los dedos. A propósito, hacía mucho que no iba al cementerio a visitar a la abuelita. Era un buen día para ir, pobre abuelita, tanto que no le llevaba unas florcitas. Si, no hay que dejar pasar el momento, hay que ir ahora mismo y...
- Pasá, Carlos- La puerta del consultorio se había abierto, un desdichado acababa de salir, con la cara hinchada y la boca torcida; y ahí estaba Pablo, el dentista, llamándolo y sonriéndole sádicamente.
Carlos recordó la Revolución Francesa y la guillotina.
Ya voy- murmuró.

Viernes 14, consultorio, 16,55 horas (casi seguro)

Carlos veía a Carlos en una postura un tanto cómica y, curiosamente, no se sorprendía por verlo así, todo como muerto en el sillón del dentista. Por empezar, ni siquiera se sorprendía por verlo, y eso era raro, porque tendría que estar por lo menos un poco extrañado.
Después de todo, pensó, uno no se ve todos los días, tirado y despatarrado en un sillón ajeno, blanco como un papel blanco y con la boca torcida, acompañado por un dentista que había perdido todo profesionalismo y lloraba histéricamente, dudando entre llamar la ambulancia o tirar el cuerpo en cal viva para que no queden rastros.
Carlos flotaba a la altura del techo y tampoco se maravillaba por eso, a pesar de que tendría que haberse sorprendido por poder flotar de una vez por todas, justo él, que no sabía nadar.
En fin, estaba muerto, concluyó, ¿y qué? Ahora vendría el túnel, la luz y la Voz que te da la bienvenida y después a encontrarse con papá, con mamá, con el tío Pancho y la abuelita de las pastafrolas. No era tan malo, y no había tenido que pagar la consulta. Adiós trabajo, adiós Cacho, adiós Manuel, adiós Marita, adiós Marcela, el paddle, el fútbol, la casa, el barrio, el termotanque fallado, la televisión abierta, la televisión por cable que no tenía ni tendría, las mujeres hermosas con las que nunca pasó ni pasaría nada, los proyectos que jamás se concretaron ni se concretarían, las cuentas por pagar, las obligaciones por cumplir, las rutinas por seguir y todo eso.
Como el túnel no aparecía y el dentista no paraba de llorar, Carlos decidió darse un paseito y flotar por los alrededores. Como no tenía mucha practica, intentó dar unas brazadas, como si estuviera en una pileta, y entonces descubrió que no tenía brazos. En realidad, no tenía cuerpo. Por lo menos, no lo sentía. Tampoco parecía necesitarlo. ¿Habría quedado varado en esa posición, mirando al muerto del sillón hasta que lo vinieran a buscar? Se estaba cansando de la vista. Se le ocurrió que, si pensaba en ir a algún lugar, tal vez se "teletransportara" hacia allí, como en algunos cuentos. Le vino a la cabeza, (bueno, no exactamente a la cabeza), la imagen de la Luna y...

¿Viernes 14? (no se imaginan donde)

La Luna era mas interesante en las películas. Había visto demasiados cráteres en su vida adulta, transitando por las asfaltadas calles de Buenos Aires. Nada por la derecha, nada por la izquierda, nada por adelante y nada por atrás. Salvo los cráteres. La misma emoción que una película de suspenso que ya hubiera visto quince veces. Tanto dinero gastado en mandar cohetes, tanta poesía gastada en el "astro de la noche" y esas pavadas y no era mas que un montón de tierra irregularmente agujereada...
Podría teletransportarse a alguna galaxia lejana y contemplar lo que ningún hombre había contemplado. Aunque probablemente, cuando la gente muere le pasa lo mismo que le estaba pasando a él, con lo cual las galaxias lejanas podían llegar a ser uno de los centros turísticos mas visitados por los muertos novicios. La posibilidad de ser un pionero era casi inexistente.
Por lo tanto, tal vez era hora de despreocuparse por la astronomía y pensar en aprovechar mejor su nueva situación. Se le ocurrió que, en cierto sentido, lo suyo era parecido a Internet. Estaba navegando, pero por otra red. Ahora bien, ¿Que fue lo que hizo cuando se conectó por primera vez a internet?...

...a la vigésima fornicación que contemplaba, Carlos empezó a aburrirse.

(¿Continuará esta porquería?: En una de esas si)